¡Hola!. Hoy ha sido la última etapa, 15 kilómetros y medio. La carrera ha transcurrido casi toda sobre dunas, esta vez sí, dunas gigantes como la de las películas. De hecho, dicen que aquí se han rodado varias películas. Hoy era un paseo fácil, con lo que llevamos ya en las piernas y con la meta final en la mente, ha sido un regalo de Dios :).
Al llegar a meta no he llorado. Eso es significativo. El día que no lloré al cruzar la línea de maratón de asfalto, dejé de correr maratones de asfalto: si no lloras es que no has acumulado carga emocional y sin emoción, las aventuras son descafeinadas. Tal vez lloré mucho durante los días anteriores y el desierto tomó todas las restantes lágrimas.
Nos han dado la medallita en meta y el ticket para el autobús que nos mandaba de regreso a Ouarzazate (6 horas de viaje). Antes de tomar el autobús, he comprado una Coca-Cola y una fanta de limón bien frescas en un bar que había en el poblado de la llegada; realmente, eso era el premio de meta, poder tomar algo fresco.
¿El límite?... tras muchos kilómetros de meditación, creo que no es necesario correr 250 kilómetros por el desierto del Sáhara para hallarlo. El límite está a nuestro lado, en el día a día, en nuestro núcleo de amigos, en nuestra familia, en nuestros quéhaceres diarios, en nuestra casa. El límite está en el interior de cada uno de nosotros, es una decisión personal, llegar hasta él, sobrepasarlo o quedarnos por debajo. Cada día que nos levantamos nos podemos enfrentar con él. A veces, lo buscamos caprichosamente, otras, él nos encuentra a nosotros. En un caso o en otro tal vez lo mejor sea mirarlo de soslayo y decirle, "bye, bye amigo, otro día nos vemos, hoy no".
Ahora un día de relax en el hotel y el lunes de vuelta a España, a por la pizza de telepizza, el granizado de limón y el yaoyao sensaciones :).
Gracias a todos por seguir esta aventura,
¡nos vemos por los caminos!,
aabrilru